El proyecto de esta vivienda vino condicionados por varias cuestiones que condicionarían el diseño y el desarrollo del programa: la parcela, la materialidad, la eficiencia energética y loros.
La parcela, rodeada de naranjos y de zonas de protección agrícola de la huerta de Valencia, poseía unas vistas excepcionales de la ciudad, por lo que, a pesar de no encontrarse en la orientación óptima, el programa de día de la vivienda debía encararse a las mismas para integrarlas en el interior de las estancias.
La materialidad, de carácter industrial, debían integrar el ladrillo, el hormigón, el acero y la madera en el diseño. Fue deseo del promotor que la fachada se resolviera con ladrillo caravista, y que la madera y el hormigón formaran parte de los espacios interiores.
La vivienda debía cumplir con el estándar Passivhaus, y debía integrar la producción de energías renovables para minimizar los consumos energéticos y la dependencia energética de la vivienda de la red de suministro eléctrico.
El promotor poseía como mascotas dos parejas de loros, cuyo hábitat y forma de vida debía integrarse tanto en el diseño como en el programa de la vivienda.
El resultado es una vivienda, que se cierra a en la zona de acceso para abrirse hacia la zona de la parcela que ofrece vistas sobre el paisaje circundante y el skyline de la ciudad de Valencia. En el centro, se diseñó un patio, lugar donde los loros, animales muy sociales, pudieran estar y participar de la vida desarrollada en el interior de la vivienda.